Por Juan David Rodríguez Torres, Geólogo y Comunicador de la ciencia
¿Se imagina poder crear usted mismo una imagen fotográfica sin pantallas, memorias o baterías? La cianotipia es una técnica que ha existido desde el siglo XIX sin mayores modificaciones y que hoy podemos explorar en su forma más original o combinándola con las herramientas de la era digital, sin perder el asombro que produce cuando una simple reacción química desencadenada por la luz solar, hace aparecer ante nuestros ojos la creación de una nueva y única imagen.
Esa emoción que produce descubrir algo nuevo, entender un proceso y materializar algo que está en nuestra mente, es lo que nos permite la fotografía química. También me llena de motivos para compartir y descubrir con ustedes, lo que estoy seguro muy pronto hará parte de sus experiencias favoritas.
Fotografía, ¿tecnología o arte?
La fotografía es un arte estrechamente ligado a la tecnología. Hace tan solo 200 años, la forma de reproducir un paisaje, hacer un retrato o ilustrar la ciencia, era por medio del dibujo a mano. Alrededor del año 1824 la fotografía marcaba un hito de la mano del inventor francés Joseph Niépce: se trataba de imágenes obtenidas en una lámina de peltre (aleación metálica de estaño y cobre principalmente), sobre la cual se extendía una capa de betún de judea (un derivado del petróleo) y se exponía a los reflejos de luz por horas para lograr una imagen.
Tanto en Francia como en Inglaterra varios descubrimientos fueron dando forma a la fotografía. La experimentación con compuestos metálicos fotosensibles y su interacción con la “luz invisible” (ultravioleta e infrarrojo) permitieron al astrónomo y químico John Herschel, inventar un proceso fotográfico llamado cianotipia. Este proceso en términos generales consiste en colocar un objeto sobre papel sensibilizado a la luz (por medio de compuestos de hierro) y exponerlo al sol para lograr una imagen permanente.
Las inquietudes intelectuales de la botánica e ilustradora científica Anna Children (conocida como Anna Atkins), encontraron en la cianotipia una poderosa herramienta. Al conocer esta técnica, Anna la conectó con la posibilidad de acompañar las descripciones científicas que para la época carecían de imágenes o eran acompañadas de ilustraciones hechas a mano, produciendo el primer libro de la historia ilustrado con fotografías, el “British Algae” (Algas británicas) en 1843.
Pero Anna fue más allá. La intensión en sus composiciones, el cuidadoso manejo de papel, la precisión en los tiempos de exposición a la luz y el rotulado de las imágenes, son algunos de los aspectos destacables de una obra reconocida por su utilidad científica y su belleza estética. Y aunque como muchas otras mujeres de su época, su obra tuvo periodos de olvido y subvaloración, hoy es reconocida y exaltada. Sus publicaciones y cianotipias gozan de un excelente grado de conservación y son piezas de gran valor en exposiciones y encuentros alrededor del arte y la ciencia.
El encuentro para experimentar con la luz
Durante un par de meses estuvimos planeando reunirnos con el fotógrafo Mario Nieto y la realizadora audiovisual Katalina Fuentes, artistas y profesores, que por medio de su escuela de fotografía química y alternativa “TipiaLab”, han llevado arte, técnica, ciencia y magia a cientos de personas de todas las edades a lo largo del país por medio de talleres y kits de químicos para hacerlo en casa. El objetivo de nuestro encuentro: experimentar con la cianotipia.
Llegó el día. Nos encontramos en un lugar tan inspirador como el tema que nos reunía: la Biblioteca Pública Virgilio Barco en la ciudad de Bogotá, Colombia. El saludo fue como si nos conociéramos de hace muchos años, existía una familiaridad tal vez creada por el gusto común en la fotografía, conversar, experimentar, enseñar y disfrutar la vida por medio del conocimiento. Como dice el dicho popular “Dios los hace y ellos se juntan”.
Habíamos acordado reunir algunos materiales, yo alisté una caja de cartón y un balde; la biblioteca puso a disposición un salón donde entrara poca luz del sol; Mario y Katalina traían la magia: papel artístico de algodón, dos recipientes con químicos “A y B”, agua destilada, un secador de aire, vasos de precipitado, goteros, un equipo de luz ultravioleta y una actitud tan generosa y amigable que eclipsaba todo lo demás.
Durante los primeros minutos del encuentro, que se extendió por horas, no parábamos de compartir opiniones y vivencias sobre el significado de la fotografía química en tiempos actuales de inmediates e hiperconectividad. Y este no es un tema menor, más cuando se trata de entender por qué las técnicas análogas cobran valor y vigencia en la actualidad.
La fotografía y los recuerdos perdidos
En mi niñez aprendí de la mano de mis padres sobre fotografía y a tomar fotos. En ese momento, años 1990, las cámaras (análogas) debían ser aprovisionadas de un rollo de película, un material sensible a la luz que dentro de la cámara permitía controlar la cantidad y tiempo de luz que le ingresaba por medio del lente. Luego de tomada la fotografía, la película debía ser sometida a un proceso químico de “revelado y fijado” obteniendo imágenes en negativo que posteriormente podían ser copiadas al papel.
Los rollos comerciales de película venían en longitudes para tomar 36 fotos. Aunque una imagen “importante” se repetía, solía ser suficiente variando un par de veces la luz o los parámetros de la cámara. Hoy con la fotografía digital tomamos decenas de imágenes para escoger dos, una o incluso ninguna. Nuestro celular rápidamente almacena cientos y miles de fotografías que en la mayoría de ocasiones no volvemos a mirar jamás.
Sin lugar a dudas es el momento en la historia que más tomamos fotos, ya no solo con un motivo muy especial en nuestra vida, también a un documento, un lugar al que llegamos y queremos avisar o un objeto que queremos comprar. Para dimensionar cuantas fotos son tomadas actualmente basta con ver el número de teléfonos registrando el mismo instante durante un concierto o alrededor de un atractivo turístico. El portal photutorial.com estima que alrededor del mundo son tomadas en este momento aproximadamente 60 mil fotografías por segundo.
Un experimento publicado en el 2014 en la revista Psychological Science, por la profesora de psicología Linda Henkel, nos da idea sobre la influencia para la memoria de tomar muchas fotografías. En el experimento un grupo de estudiantes visitó un museo y se le pidió que tomara fotografías de algunas obras de arte y otras solamente las observara. Al día siguiente los estudiantes recordaban menos detalles de las obras que habían sido fotografiadas que las que no lo fueron. “El acto de fotografiar el objeto parece permitir a las personas descartarlo de su memoria, confiando en el dispositivo externo de la cámara para que lo recuerde por ellos”, concluye el estudio.
Sin embargo, Henkel también plantea reflexiones para estudios futuros en otros aspectos a considerar, en los cuales la fotografía juega un papel muy importante en la recuperación y retención de recuerdos de las vivencias, lo que ocurre cuando revisamos un álbum de imágenes de un paseo o evento familiar. La acumulación de un gran volumen de fotografías digitales, el poco orden que les damos y la dependencia de un aparato electrónico para visualizarlas, hace que interactuemos muy poco con ellas y pierdan ese gran valor tanto de disfrutar el momento como de revivirlo.
La magia de hacer imágenes
Para Mario Nieto la fotografía digital solucionó muchos problemas, pero dejó de lado el componente experiencial. Darnos la oportunidad de pensarlo, decidir si realmente queremos hacerlo, jugar con la luz desde el momento de captura hasta el revelado y copiado, conversar con la imagen. “No es tomar, es hacer una imagen”, resume Mario.
Llegó la hora de la magia. Mario y Katalina se colocan su delantal de laboratorio, alistan todos los materiales sobre la mesa de trabajo para hacer las imágenes, y mientras tanto nos explican que haremos dos cianotipias: una a partir de un negativo digital y otra será un fotograma rememorando el proceso que hizo Anna Atkins, hace casi 200 años convirtiéndose en la primer mujer fotógrafa.
Para elaborar el papel fotográfico, Katalina toma dos goteros de vidrio y con ellos partes iguales de los compuestos de hierro “A y B”, citrato férrico amoniacal (también empleado en la fortificación de alimentos para prevenir la deficiencia de hierro) y ferricianuro de potasio. Esta mezcla se vuelve fotosensible, es decir, que cuando entra en contacto con la luz ultravioleta, reacciona. Empleando una brocha de espuma, se emulsionan dos trozos de papel artístico de algodón: se esparce sobre cada uno de ellos una fina capa de la mezcla, con lo cual queda pintado de un color amarillo.
Mientras el papel se seca y va tornándose verde claro, Juana (del equipo de producción) es encargada de salir a los jardines para recoger hojas y pétalos de varias plantas. A su regreso al salón, ella realiza una composición sobre uno de los papeles emulsionados. Luego es cuidadosamente prensado con un vidrio y sujetado con pinzas.
Los tres (Katalina, Mario y Juana) salen al aire libre, y exponen a la luz directa del sol el papel con las hojas y pétalos prensadas por el vidrio. Poco a poco empieza la magia, la emulsión expuesta a la luz va cambiando de color haciéndose un verde más oscuro a gris. Sin otro cambio aparente regresan al interior. Juana mira con expectativa, pero también con recelo.
De nuevo en el salón, Katalina coloca el negativo digital sobre el otro papel emulsionado y nos explica que, aunque con el sol es suficiente, en algunos casos para el trabajo en interiores o de noche, se puede emplear una fuente artificial de luz ultravioleta como la que trajo para enseñarnos y en la cual introduce esta segunda cianotipia. Pasados unos minutos, saca el papel y junto con el que fue expuesto al sol, pasa ahora al revelado.
Mario retira los pétalos y hojas de la composición, y en una bandeja honda, lava el papel con agua para retirar la emulsión que no reaccionó, que no fue expuesta a la luz ultravioleta. Poco a poco va apareciendo ante nuestros ojos una serie de detalles en la composición, no solo las siluetas de las hojas y pétalos, también la textura de las nervaduras que parcialmente dejaron pasar la luz entre ellas. La imagen que ya es claramente azul cian, pasará a intensificarse con el pasar del tiempo, sin embargo, para acelerar este proceso, Mario aplica un poco de peróxido de hidrógeno sobre la cianotipia. Inmediatamente el color se hace más intenso, la imagen logra mayor contraste y el asombro en todos los que observamos el proceso no pasó desapercibido.
El negativo digital también fue revelado. Se trataba de un bosque, tal vez de pinos, con la luz del sol en una contraluz diagonal que generaba sombras marcadas en el suelo. La imagen es nítida, clara, contrastada, con volumen. La ausencia de otros colores fuera del azul cian, nos permite afinar la observación para apreciarla, compartir opiniones alrededor de ella, preguntar y conectarla con recuerdos, intensiones o pensamientos.
El valor de una sola imagen
La entrevista y la elaboración de las cianotipias quedó registrada en casi 2 horas de video, lo que equivale a más 215 mil fotogramas (imágenes individuales). Y aunque me gusta mucho comunicar por medio de secuencias audiovisuales, debo exaltar el gran valor de una sola imagen, de pensarla, hacerla, interactuar con ella y conectarla a emociones, recuerdos, información y todo lo que le pueda dar valor.
En adelante seguiré tomando muchas fotos, pero también me tomaré el tiempo para hacerlas de tal manera que cuando vuelva a interactuar con ellas, me recuerden todo aquello que no se puede registrar, que no se puede guardar en un archivo fotográfico físico ni digital: un abrazo afectuoso, la amistad, la brisa cálida, el aroma del café, la solidaridad o el amor.
Hacer estos procesos químicos es muy emocionante, al igual que tomarse una fotografía de las más antiguas, con retratistas como Gilberto Hernández en Popayán o Juan Sosa en Bogotá, que lo hacen con cámaras del siglo XIX, las cuales, en palabras de Mario Nieto, son también un laboratorio fotográfico minimalista. En unos pocos minutos el artista aplica una serie de procedimientos físico químicos que nos sorprenden con la elaboración de una imagen que ayudará a que el recuerdo perduré por muchísimos años.
Haré muchas veces más imágenes con cianotipia, que de la mano de artistas como Mario o Katalina, nos la ponen muy fácil y por poco dinero podemos tener una experiencia de gran valor, de esas que se disfrutan con intensidad y todos debemos vivir, aunque sea una vez en la vida, ojalá muchas.